Un partido pendiente
Estaba sentado frente a la mesa como cada tarde, aguardando que llegaras para disputar nuestro típico partido de ajedrez, un duelo de ingenio y miradas, un cruce de piezas y quizás algún roce de nuestros dedos, pero como cada tarde, sabía que no llegarías.
Al
principio pensé que se te había hecho tarde, tal vez lo habías olvidado, pero
con el tiempo lo supe, me habías olvidado y nuestro partido de ajedrez, el
último que jugamos, aun estaba inconcluso, aun estaban las piezas como las
habíamos dejado la última vez que jugamos.
A
veces me digo que es estúpido esperar por quien sabes que ya no va a volver,
recordar a quien ya te olvidó, pero quizás es mi inmadurez la que me ata a
aquella mesa, a aquel juego, quizás es el miedo a olvidarte, no es la persona,
sino lo que sentía cuando jugábamos, a fin de cuentas aprendí a jugar al
ajedrez por vos, por estar a tu lado y ahora es lo único que me queda en tu
ausencia, el maldito juego y la fragancia de tu perfume que usabas que quedó
impregnado en mis recuerdos.
Mis
dedos dejan de tamborilear sobre la mesa al tiempo que mis lágrimas comienzan a
caer por mi rostro, y mis sollozos resuenan en aquella habitación tan vacía en
apariencia, pero tan llena de recuerdos a la vez, tal vez llenamos nuestros
propios vacíos con el deseo, pero la ausencia de otras personas en nuestras
vidas con recuerdos, allí donde antes hubo alguien ya solo quedan recuerdos
naufragando, esperando algún día morir en silencio para no incomodar a la
conciencia.
Aun
nos queda un partido pendiente, un último enfrentamiento, quizás lo estés
disputando con tu nuevo amor, a quien le habrás jurado que lo amarás esperando
el momento de dejarlo, como hiciste conmigo.
Me
enjugo las lágrimas que surcan mi rostro, me limpio la nariz y pienso en como
seguirá mi vida después d etu ausencia, ya no podré terminar este partido de
ajedrez, pero la vida sigue, para bien o para mal, pero debo pensar en que
hacer de ahora en adelante.
Me
rio a solas en aquella habitación, acompañado por el sonido de mi risa resonando
en la habitación vacía de paredes blancas, recuerdo que dijiste que la
habitación vacía y el color blanco te ayudaba a pensar, a concentrarte,
evitando así pensar en algo en que no querías pensar, casi podría pensar que me
estabas preparando para cuando me abandonaras, cuando te hubieras ido de mi
vida sin previo aviso.
Me
levanté de la silla y recogí mi abrigo del respaldar, el abrigo que dijiste que
era tu favorito, lo sostengo por encima de mi hombro y me aproximo hacía la
puerta, antes de apagar las luces e irme de aquel lugar, me vuelvo para echar
un último vistazo hacía el lugar que significó mi alegría, le obsequié mi
última sonrisa, la más dolida y sincera, después de todo la despedida no
significa que ese lugar desaparecerá y en algún lugar, en algún momento,
tendremos una partida de ajedrez pendiente, esperando el cruce de miradas,
caricias y piezas.
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