sobre gustos, libertades...y puertas

No es mi intención adoctrinar, porque mucho me temo que no es algo que quiera en mí ni para mí, solo una idea tengo pero expresión es lo que me falta.

La idea de esta confesión no es compleja ni rebuscada, pues me gustan las puertas, si señores como lo leen claramente, me gustan las puertas. En esto no discrimino por material, abertura, tamaño ni ningún otro parámetro.

¿Por qué este gusto, quizás, particular? La respuesta es simple desde donde se la mire, las puertas inciden en nuestras vidas de manera cotidiana, por eso no discrimino bajo ningún parámetro, pues me gusta pensar que lo físico me es banal, carece de importancia ¿Qué importancia puede tomar lo físico cuando has filosofado cotidianamente sobre que harás, quien eres o sobre tantas otras cosas? Lo físico puede transformar el mundo, pero no el pensamiento, pero el pensamiento puede cambiar lo físico, por ende también puede modificar el mundo.

Pero no me quiero ir por las ramas, difícil es concentrarse, las puertas me gustan, no metafóricamente en un principio, ya que lo pienso desde lo básico llegando a lo metafórico al final.

¿Por dónde empezar? Claro, por el principio, las puertas se colocan por privacidad, pero en realidad, privan a los demás de ciertos ambientes, pero esto no acaba aquí, ya que las puertas sin cerrojos te invitan a pasar, conocer, pero no te prohíben irte.

Eso es lo que me gusta de las puertas, son simples anfitriones que te presentan otro ambiente distinto del que venís, dándote la libertad de ingresar mediante ella, pero también te dan la libertad de salir cuando lo desees, protegen tu libre albedrío.

Por eso el titulo “sobre gustos, libertades…y puertas” porque así es como deben ser las personas, si bien las personas no deben ser consideradas meros objetos, también postulo que las personas deberían dejar ingresar a su interior a quien lo deseé, pero también dejar marchar a quien no quiera estar dentro.

No debes ser tan arrogante como para no dejar ingresar a determinada persona, ni vender tan barata tu dignidad como para rogarle que se queden. Las puertas dan libertad de elección por eso quien, como yo, les agradan las puertas y su noble función, creé que la base para la convivencia pacífica no es ser condescendiente, sino dar libertades, en la medida que se pueda cambiar el aire y nadie sale perdiendo, además esta libertad nos ayuda a pensar que es lo que queremos.

A menudo nos encontramos con alguien que nos rotula, nos caracteriza, nos da un porque, pero cuando nos sueltan las riendas, difícil es tomarlas uno mismo, ya que no tenemos idea que queremos, por eso debemos entregarnos a la única pasión que viene desde la cuna y nadie nos puede arrebatar, investigar.

Por eso las puertas nos permiten ingresar, investigar, y decidir si quedarnos o irnos, sin remordimientos ni rencores, eso es lo bueno de la libertad, las consecuencias nunca son tan inútiles como el remordimiento o el rencor.


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