ojo por ojo amistad por relación

Iba de visita a la casa de mi amiga, algo quizás rutinario, pero ese día tenía pensado algo distinto. ¿Quién podría pensar que, la vida puede golpearnos tan duro que no esperaríamos vernos apuñalados por la espalda?, al cabo de un rato llegué a su casa. Cuando ella apareció, pareció sorprendida cuando le entregué unas flores, cerró la puerta en mi rostro, pero antes de que lo hiciera solo dijo una cosa “estoy ocupada”.

Me sorprendió y me sentí dolido, pero supuse que su modo de actuar tenía alguna lógica, por más absurda que esta pudiera ser. Pasaron los días y cada vez perdí más el contacto de ella, esto me hizo sentir solo, pero me consolaba pensar que sin mí, quizás ella fuese más feliz.

Al cabo de un tiempo la volví a ver, se disculpó por la incomunicación, pero poco le importó como me había estado sintiendo yo, no era ninguna cuestión de ego, solo costumbre de que se interesara por mí, como yo lo hacía por ella, habíamos sido tan unidos, pero algo me decía que eso ya se había acabado, y solo una frase imperaba en mi mente “todo lo que nace, muere. Todo lo que comienza, termina”.

-hola, ¿Por qué me dejaste de hablar?-le pregunté.

-disculpa, pero tenía mucho que estudiar, cosas de la vida-respondió ella, con una sonrisa lasciva.

-te conozco demasiado, no hace falta que me esquives en temas comprometidos, aún te respeto, aunque dudo que sea mutuo-dije, y la dejé con su sonrisa falsa iluminándole el rostro con un brillo mortecino.

Al cabo de unos días recibí una carta de ella que, para mi sorpresa, esta vez sonaba más sincera, en ella me expresó que lamentaba haberme evitado y no haberme dicho la verdad pero que, si accedía a tomar unas cervezas con ella, me lo contaría todo.

El día siguiente era sábado, y era el día que ella me había citado a la bar, al llegar la vi vestida como siempre, no muy despampanante pero siendo ella misma, lo que me causó una buena impresión.

-hola, ¿Cómo estás?-me preguntó.

-bien, pero mejor cuando me cuentes lo que debo escuchar.

-está bien, señor impaciente-me alegré enormemente cuando escuché un chiste típico de ella.

-¿vamos a tomar algo?

Mientras bebíamos unas cervezas artesanales, ella comenzó a contarme.

-en estos meses estuve en una relación-comenzó ella.

-¿”estuve”?

-bueno, estoy, ¿está mejor así?-dijo ella, riendo.

-¿por eso me dejaste de hablar sin previo aviso?

-en realidad, él no quería que te hablara.

-¿Por qué?-pregunté, aunque ya conocía la respuesta.

-celos, supongo.

-a los siete años dormíamos juntos, compartimos muchas cosas, ¿de qué podría celar?

-no lo sé, pero temí que se enojara y me dejara, por eso te dejé de hablar, pero ahora me decidí a dejar mis miedos de lado y hablar abiertamente, como cuando éramos niños.

La juntada siguió por su cauce normal, lo que me llenó de regocijo, al salir del bar, 

Caminamos hasta su casa donde, como siempre, nos separábamos, ella entraba a su casa y yo me iba a la mía, tras un largo viaje.

Al llegar a su casa nos abrazamos como buenos amigos, pero en ese momento, sentí que sus brazos se tensaban, se oyó un estruendo y sentí en mi brazo un gran dolor, cuando vi mi brazo derecho, no paraba de emanar sangre de una herida abierta, parado no mucho más allá se encontraba él, luego lo conocí como el novio de mi amiga. Estaba cargando el arma mientras decía algo como “ésta vez no fallaré”.

En aquel momento apareció un vecino y se abalanzó encima de él, lo inmovilizó y no tardo en llegar la policía.

Mientras lo subían a un patrullero, me atendieron el brazo, pero mi amiga insistió en que me apartará para hablar con ella en privado.

-¿Qué pasa?-le pregunté.

-por favor, no hagas la denuncia.

¿Por qué no la haría?

-porque lo amo y si la haces se lo llevaran.

-casi me mata y te preocupas por él, me conoces desde la infancia. ¿si me hubiese matado, lo hubieses perdonado?

Ella guardó silencio.

-veo en tus ojos que sí, y veo en tu rostro que no vales la pena, tu dolor por perderlo a él no me hará feliz, pero al menos pagarás en especia tu desprecio hacia mí.

Tras decir eso me marché.