una perdida desdichada

-¿Qué ha pasado? Tan triste te veo que la curiosidad llama a mi puerta, pero no se me ocurre pena que pueda mancillar de tal modo el ánimo de una persona.

-¿acaso no lo sabes? Afortunado eres de ignorar el sentido de mi pena, pues temo compartir mi dolor contigo y arrastrarte a donde me encuentro ahora.

-somos amigos, los amigos son lo que se arrojan, sin pensarlo dos veces, a la oscuridad en la que estas sumida, para traerte de vuelta o padecer junto a ti.

-Yo tenía en mi vida a alguien especial, pero tenía épocas en las que se ausentaba, ese no fue el problema ya que del mismo modo en que se ausentaba, había épocas en las que volvía a mí, no me pertenecía, la amaba siendo libre, porque en su libertad descubría que a mi lado se hallaba por propia convicción. Hasta que llegó el fatídico día que no regresó cuando acostumbraba hacerlo. Viví una época en ausencias, pero el día en que debía ausentarse nuevamente llegó, pero ese día no había llegado solo, sino que llegó trayéndome junto a él a ese alguien tan especial, pero había algo diferente en ella, no lo supe hasta que en mis brazos cayó y sus labios se sellaron para siempre encerrando el grito que nacía en mi corazón.

-¿Quién murió?-pregunté inquietado a más no poder.

-La esperanza-contestó ella, llorando.

-Ella no murió, lo sé porqué ella está aquí-repuse abrazándola.


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