personas y prejuicios

Pocas personas saben apreciar la belleza de un paseo en la noche, tantos prejuicios hay sobre la vida nocturna en una ciudad, que olvidan lo esencial, detrás de cada prejuicio hay personas esperando ayuda para salir de sus miserias.

Por las calles en penumbra, caminaba un joven de unos diecinueve años, en su rostro se esbozaba una barba pujando por salir, este joven no sobresalía de los demás jóvenes de su edad, estudiaba y en sus ratos libres escribía poesía a gusto propio y de quien lo leyera u oyese. Pero había algo particular en él, tenía la fuerte convicción de que cuando las personas perdían las esperanzas en los demás es cuando necesitan ayuda, para que con palabras evitar que la gente caiga en los errores que enturbiaron su pasado.

El joven, Raúl, había caído en el infierno de la cocaína, y cuando la gente lo hizo a un lado, creyendo que era nocivo para el resto de la sociedad, solo una persona se esforzó en ver más allá de las ilusiones del sentido común. Ella puso las manos en el fuego por él, apostando por su recuperación.

Por eso caminaba por las calles durante la noche, para despejarse y conciliarse con su pasado ayudando a otros, como lo hizo ella en el pasado, quien ahora era su novia. En esto y otras cosas pensaba Raúl cuando, de pronto oyó una voz que, detrás de él, lo llamaba era una joven, bastante atractiva, algo que le llamó la atención fue la ropa que llevaba, no solo el que sino la cantidad, sin duda era una prostituta pero parecía demasiado joven.

-tenes frío-dijo él.

-¿piensas darme calor?-preguntó ella.

-no como imaginas-dijo él tendiéndole un abrigo.

Ella lo tomó pero no hizo ademan de abrigarse.

-no quiero tu pena, solo un poco de placer y dinero, seguro son cosas que no entiendes-dijo ella.

-¿Desde cuando ofrecer ayuda es tener lastima? Hay cosas que no entiendes-dijo él y prosiguió-cosas como que lo que querés no es lo que piensas-dijo él.

-¿Qué crees que quiero?-inquirió ella.

-amor, para empezar, importarle a alguien, que alguien se interese por vos por tus sentimientos y personalidad más allá de lo que puede ofrecer tu cuerpo.

-¿Qué me ofreces?-preguntó ella, con un brillo en sus ojos, que la dotaban de un aspecto más juvenil del que demostraba.

-una lección-dijo él-ahora necesito tu atención, ¿ves esta flor?-dijo él extrayendo una flor del abrigo que llevaba puesto-ah y antes de continuar, abrígate por favor-dijo él sonriendo al ver que ella se abrigaba, punto a favor.

-ahora debes mentalizarte en que esta flor eres tú, quizás viéndola así sea evidente que no está en su mejor momento, pero no debes olvidar que esta flor tiene un gran potencial para hacer feliz a las personas, solo debes proponértelo.

Acto seguido él le colocó la flor en el cabello.

-eres una buena persona-dijo ella.

-intento serlo, pero he caído bajo en otras ocasiones.

-¿puedo saber que sucedió?-preguntó ella intrigada.

-claro, caí en las drogas, pero una mujer se fijó en mí, me rescató y luego de un tiempo se 
convirtió en mi novia, por ella es que hago lo que estoy haciendo ahora-exclamó él-estoy recordando que tengo comida caliente para pasar la fría noche de invierno y puedes quedarte a dormir hasta que tengas donde vivir, además que puedo ayudarte a integrarte a la sociedad. 
Para que no te sientas incomoda podes ir a la casa de mi novia, ella te recibirá bien.

Al oír, ella, después de tanto tiempo de dolor, se permitió dibujarse una sonrisa en su dulce rostro.

-gracias-fue lo único que logró articular entre lágrimas que surcaban su rostro,  y se 
estrecharon en un fuerte abrazo, para luego recorrer el camino hacia la casa la novia de Raúl, contando historias.




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