El misterio de la cabaña
-Ven, siéntate-le dijo el abuelo a su nieto, señalándole una
silla junto a su sillón, ambos de cara al hogar de leña.
A veces, el placer de llegar a viejo es poder contar las
historias que de joven te atormentaron, que no te dejaron dormir por las
noches, porqué a veces los fantasmas pueden ser reales.
Afuera de la cabaña emplazada en el medio de aquel bosque la
nieve arreciaba con fuerza, pero dentro el clima hostil no se sentía, pues el
fuego danzaba alegre en el hogar de leña, y el chisporroteo era casi
terapéutico para el anciano que había pasado tantas penurias en su vida y que
por fin tenía la posibilidad de poner a los muertos a descansar en paz.
-sí, ¿es sobre duendes?-preguntó su nieto el cual tenía unos
siete años.
-algo así-exclamó en tono cansino el anciano-algo así,
pequeño.
Ya encendida su pipa e iluminada la sonrisa de su nieto, el
anciano se dispuso, por fin, a comenzar a contar aquella historia, la última
historia.
Esta es la historia de una ardilla que caminaba tranquila por
el bosque, nada le molestaba en su vida, vivía día a día sin mayores complicaciones,
o eso pensaba. Esta ardilla vivía con su familia o lo que quedaba de ella, ya
que algunos de sus hijos ya se habían marchado de su hogar para hacer sus
vidas.
Un día paseando por el
bosque descubrió a un ciervo que había muerto recientemente pero las causas de
su muerte eran demasiado extrañas. La ardilla, en su inocencia, pensó que había
sido un oso, pero tras volver a su hogar con la comida del día no encontró allí
a su familia. Como es de esperarse, la ardilla se desesperó pero supo que así
no los hallaría, por lo que decidió recoger lo necesario y salió en su busca.
Fueron días enteros sin encontrar ni la mínima pista, por lo
que la ardilla comenzó a desilusionarse, pero hubo algo que le devolvió el
aliento en su búsqueda. En unos árboles había unas ramitas rotas, era una señal
cuando se perdían.
La ardilla comenzó a seguir el rastro que había dejado su
familia, pero lo que encontró lo destruyó. Allí, tirados en la nieve, estaban
los cadáveres de su familia que habían muerto por sus heridas y el frío. Lo
peor es que habían estado huyendo de lo que lo atacó. La ardilla quedó sumida
casi en la locura por su dolor, pasó años vagando por el bosque buscando al
responsable de lo que había sucedido, buscó durante años sin pista alguna, hasta
que se cansó y decidió volver a su hogar.
Lo reconstruyó con esfuerzo hasta que quedó como nuevo,
excepto que esta vez su familia no estaba, la única prueba que había encontrado
la ardilla sobre el asesino de su familia, era un aullido que se oía en el
interior del bosque y se perdía en la inmensidad de este-dijo el anciano
acabando su historia.
-¿y qué pasó con la ardilla, Abuelo?-preguntó el niño.
-vivió en su hogar esperando el día en que pudiera
encontrarse con el asesino de su familia-dijo el anciano- cuando vengan tus padres
a buscarte no le cuentes lo que te dije, no te creerán.
En ese momento, en el interior del bosque se oyó un aullido
desgarrador que asustó al niño. El anciano, por su parte, se levantó y abrió
una trampilla que llevaba a un sótano protegido y abastecido con camas y
alimentos.
-entra-le dijo el anciano a su nieto, entra y no salgas a
pesar de lo que oigas, solo recuerda que no debes salir-dijo él.
Una vez el niño entró, se dirigió a un mueble y extrajo una
escopeta y unos cartuchos, ante la mirada inquisitiva del niño que no entendía
que sucedía.
-todo debe acabar donde empezó-dijo el anciano en un tono
melancólico, apagó la pipa, la dejó sobre la mesa y con una lágrima
recorriéndole el rostro cerró la trampilla luego de despedirse de su nieto por
última vez.
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