Un partido pendiente
Estaba sentado frente a la mesa como cada tarde, aguardando que llegaras para disputar nuestro típico partido de ajedrez, un duelo de ingenio y miradas, un cruce de piezas y quizás algún roce de nuestros dedos, pero como cada tarde, sabía que no llegarías. Al principio pensé que se te había hecho tarde, tal vez lo habías olvidado, pero con el tiempo lo supe, me habías olvidado y nuestro partido de ajedrez, el último que jugamos, aun estaba inconcluso, aun estaban las piezas como las habíamos dejado la última vez que jugamos. A veces me digo que es estúpido esperar por quien sabes que ya no va a volver, recordar a quien ya te olvidó, pero quizás es mi inmadurez la que me ata a aquella mesa, a aquel juego, quizás es el miedo a olvidarte, no es la persona, sino lo que sentía cuando jugábamos, a fin de cuentas aprendí a jugar al ajedrez por vos, por estar a tu lado y ahora es lo único que me queda en tu ausencia, el maldito juego y la fragancia de tu perfume que usabas que quedó impr